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La proscripción del peronismo: una lucha política sin fin

  • María Belén Benito Mugnolo
  • 9 may
  • 7 Min. de lectura
Por María Belén Benito Mugnolo

Durante los años del peronismo, Argentina vivió una intensa polarización política y social. El gobierno de Juan Domingo Perón dividió al país entre sus seguidores, que vieron en él un líder que les otorgaba derechos y visibilidad, y sus opositores, que consideraban su modelo autoritario y peligroso para las libertades democráticas. Esta división no solo se reflejó en las urnas, sino también en la sociedad misma, creando tensiones profundas que perduraron mucho más allá de su caída en 1955.


El peronismo, en sus inicios, se presentó como un movimiento innovador y rupturista, estableciendo mecanismos de justicia social que hasta entonces no existían. Perón delineó esta visión durante su gestión en la Secretaría de Trabajo (1943-1945), articulando un programa social y económico dirigido a los sectores estratégicos de la sociedad: “Con la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, se inicia la era de la política social argentina. Atrás quedará para siempre la época de la inestabilidad y del desorden en que estaban sumidas las relaciones entre patrones y trabajadores” (Perón, 1943). Las acciones realizadas en ese periodo de tiempo sentaron las bases para asegurar el respaldo necesario en su posterior mandato.


Con su llegada al Ejecutivo en 1946, Perón continuó respondiendo a las expectativas de las clases trabajadoras, ampliando y fortaleciendo sus derechos sociales. La prosperidad económica, política y el gran apoyo popular, harían que el gobierno se desenvuelva sin tropiezos. Además de este apoyo popular, “con el respaldo de las Fuerzas Armadas y la Iglesia (…) el nuevo orden tenía un futuro relativamente seguro. No obstante, Perón se propuso reforzar el régimen mediante mecanismos de control burocrático y represivos.” (Torre, 2014: 42) Una de las primeras víctimas de estas medidas fue la prensa, que en 1947 sufrió la clausura de periódicos opositores y la expropiación del diario La Prensa, el cual fue entregado a la CGT.


Con la creciente disminución del papel de la oposición, Perón va a lograr promover su agenda mediante el marco institucional establecido. Con la reforma constitucional de 1949, no sólo incorporó una gran cantidad de derechos sociales, sino que también fortaleció al Ejecutivo por medio de la facultad de veto parcial, y suprimió la cláusula que prohibía la reelección del presidente. Una vez aprobada la reforma, Perón inició su campaña presidencial dirigida hacia su reelección para 1951. Hasta este punto, se observa cómo los derechos políticos y sociales otorgados por el gobierno estaban acompañados de medidas destinadas a asegurar su continuidad en el poder y eliminar cualquier obstáculo a su discrecionalidad, lo que debilitaba cada vez más el rol de la oposición.

En ese contexto, los partidos como la UCR, el Partido Socialista, el Partido Demócrata Progresista, y el Comunista, decidieron unirse en la coalición conocida como “Unión Democrática”. En 1951, El Congreso aprobó una nueva ley electoral, donde se reemplaza la lista incompleta de la ley Sáenz Peña por el sistema de circunscripciones uninominales. Bajo este nuevo sistema, el peronismo logró conquistar más bancas que nunca, dejando solo 14 bancas para la oposición. Es de esta forma que se puso fin a la práctica de competencia política que había prevalecido en nuestro país durante décadas. El peronismo dejó de ser simplemente la mejor opción contra otros partidos para convertirse en la única alternativa. Dado el contexto hasta este momento, no resulta sorprendente que el 28 de septiembre de 1951 se produjera un intento de golpe de Estado, liderado por las Fuerzas Armadas y respaldado por la oposición. En respuesta a este intento de golpe, Perón tomó represalias, llevando a cabo depuraciones que afectaron a varios oficiales de las Fuerzas Armadas, y limitó la acción de la oposición en la campaña electoral.


Al comienzo de su segundo mandato (1952), el Congreso convirtió el justicialismo en doctrina nacional. Esto intensificó la confrontación con la oposición y las Fuerzas Armadas, que conspiraron junto con la Iglesia. En 1954, Perón eliminó la enseñanza religiosa en las escuelas y aprobó leyes impopulares entre sectores conservadores. El 8 de junio de 1955, una marcha masiva a favor de la Iglesia en Buenos Aires evidenció la creciente oposición. En respuesta, Perón pronunció su famoso discurso: "A la violencia le hemos de responder con una violencia mayor; cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos" (Torre, 2014: 72). Esta radicalización llevó al golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955.


Con la caída del gobierno peronista se presentaba una nueva oportunidad tanto para la política como para la sociedad Argentina. A pesar del exilio forzado de Perón, su partido seguía siendo el más influyente y con mayor cantidad de adherentes. Aunque la oposición contaba con la ventaja de la expulsión del líder peronista, surgía una pregunta clave: “¿qué hacer con la cuestión peronista?”. Ante esto, se plantearon dos posturas. La primera, conocida como “integracionista”, proponía reincorporarlo gradualmente a la vida política. La segunda, denominada “gorilista”, buscaba erradicarlo por completo.


El primero en responder esta pregunta y quien va a tomar el mando en el primer gobierno post peronista va a ser el Gral. Lonardi (1955). Lonardi va a optar por una política integracionista, en donde va a intentar no ignorar a esas masas trabajadoras que Perón había incorporado en la arena política. A pesar de estos intentos conciliadores, el ala liberal del ejercito no estaba para nada de acuerdo por lo que lo desplazaron e impusieron a Aramburu para que se haga cargo del poder. Fiel representante del ala liberal, Aramburu opto por la respuesta gorilista e instauro una política de desperonización, donde se mando a disolver a los partidos peronistas y se prohibieron sus símbolos y actividades políticas.


A pesar de los esfuerzos por erradicarlo, la proscripción del peronismo no consiguió eliminar su influencia. En 1958, se convocaron nuevamente a elecciones en un escenario político dividido, donde resultó electo Frondizi, representante de la UCR Intransigente. Este sector del radicalismo se inclinaba por una política de integración del peronismo a la vida política del país. Durante su gobierno, tomó medidas que contrastaban con las de Aramburu, como la amnistía política, la derogación de las inhabilitaciones gremiales y la anulación de la prohibición de los símbolos peronistas (Tcach, 2003: 31). Estas acciones generaron tensiones con las Fuerzas Armadas, que presentaron 32 planteos militares en su contra hasta su derrocamiento en 1962.


Tras este nuevo golpe, Guido lo sucedió en el poder, cediendo ante la presión militar y anulando las victorias peronistas en las elecciones provinciales. En 1963, se convocaron elecciones, nuevamente sin el peronismo. Ilia, perteneciente a la UCR del Pueblo, que históricamente se había alineado con las reglas impuestas por los militares, asume con solo el 25% de los votos. A pesar de pertenecer a la UCRP, Ilia buscó que haya una integración gradual del peronismo en la escena partidaria. (Smulovitz, 1994: 4). La integración progresiva del peronismo podría haber resultado beneficioso para el gobierno al obtener respaldo popular, pero existía el riesgo de que un apoyo masivo hacia el peronismo se perciba como una amenaza para las FFAA. Las elecciones provinciales confirmaron la victoria abrumadora del peronismo, evidenciando la falta de una solución política para su integración. Esto generó tensiones crecientes entre el gobierno y las Fuerzas Armadas, que finalmente propiciaron su derrocamiento mediante el golpe de Estado de 1966. Una vez más, la historia se repetía, condenando al país a un ciclo de inestabilidad política y rupturas institucionales.


La polarización que caracterizó al peronismo desde su surgimiento no solo fortaleció el movimiento liderado por Juan Domingo Perón, sino que también radicalizó a sus opositores, quienes nunca lograron formular una respuesta efectiva a la cuestión peronista. Mientras que el peronismo consolidó una identidad política y social con una fuerte base en las clases trabajadoras, la oposición quedó atrapada entre intentos de proscripción y estrategias fallidas de integración. La dinámica de confrontación entre peronismo y antiperonismo fue escalando con el tiempo, alimentando un clima de violencia política desde ambos lados, lo que finalmente terminó por involucrar a las Fuerzas Armadas. La falta de una alternativa que pudiera absorber el apoyo popular del peronismo sin generar rechazo en los sectores más conservadores dejó un vacío en el sistema político. La respuesta represiva de los gobiernos militares y las restricciones electorales no lograron desactivar el fenómeno peronista, sino que lo transformaron en un factor de desestabilización recurrente. La radicalización de ambas partes llevó a un ciclo de golpes de Estado y proscripciones que impidieron la construcción de un sistema democrático estable. Así, la polarización no solo definió el devenir del peronismo, sino que también limitó la capacidad de la oposición para generar una alternativa política legítima y sostenible, perpetuando la inestabilidad institucional en Argentina hasta el día de hoy.



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María Belén Benito Mugnolo es estudiante de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Trabaja como asesora legislativa en la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Militante de la Coalición Cívica desde los 17 años.


Bibliografía:

• Altamirano, C. (1998). Desarrollo y desarrollistas. Prismas, Revista de Historia Intelectual.

• Cavarozzi, A. (1997). Autoritarismo y democracia (1955-1983). Centro Editor de América Latina.

• Decreto-Ley N° 3032 (16 de noviembre de 1955). Declárase intervenida la Confederación General del Trabajo. Buenos Aires.

• Decreto-Ley N° 3855 (24 de noviembre de 1955). Se declaran disueltos en todo el país los partidos peronistas masculino y femenino. Buenos Aires.

• Perón, J. D. (2 de diciembre de 1943). Se inicia la era de la política social en la Argentina. Discurso transmitido por la Red Argentina de Radiodifusión.

• Rapoport, M. (2007). Mitos, etapas y crisis en la economía argentina. En Nación-Región-Provincia en Argentina: Pensamiento político, económico y social.

• Schneider, A. (2005). Los compañeros: Trabajadores, izquierda y peronismo, 1955-1973. Imago Mundi.

• Smulovitz, C. (1993). La eficacia como crítica y utopía: Notas sobre la caída de Illia.

• Tcach, C. (2003). Golpes, proscripciones y partidos políticos (Cap. I). En Nueva historia argentina. Sudamericana.

• Torre, J. C. (2014). Los años peronistas (1943-1955). Sudamericana.

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